Friday, December 23, 2005

LOS CHILENOS... ¿?

La sociedad chilena ha atravesado por una época de importantes cambios en las últimas décadas. El progreso macroeconómico ha permitido la expansión de la infraestructura país, uniendo a Chile materialmente y vinculando a los chilenos a un paisaje común que antes no se expresaba más que simbólicamente.
Este nuevo panorama nos ha puesto en un punto en el cuál, para seguir desarrollando la democracia, es íntimamente necesario plantearse la pregunta por la identidad: ¿quiénes somos los chilenos?, ¿nos sentimos parte de un “nosotros” común?, ¿cuál es el “proyecto país” compartido por todos los chilenos?
El Informe sobre Desarrollo Humano en Chile del PNUD, intenta dar respuestas a estas preguntas y, sobre la base de que toda sociedad necesita una imagen de sí misma, explora los desafíos culturales de Chile y sus posibilidades de concretar una práctica y un imaginario de la vida en común, en miras del Bicentenario.
Pero el desafío no se ve fácil, ya que existe una fragilidad latente y profunda en la democracia que tenemos. La idea de un “nosotros” y la definición de “lo chileno”, se ha vuelto difusa y poco creíble en el imaginario colectivo. El despliegue de la individualización no admite, en su definición “a la chilena”, la existencia de proyectos, objetivos y valores comunes a toda la sociedad. La “diversidad creativa”, que propende a pluralidad y a la construcción de un Desarrollo Humano sustentable, desaparece bajo la “diversidad disgregada” de Chile, donde cada quien se diferencia porque va tras su propia idea de futuro, sin contemplar al otro como co-constructor de una realidad común favorable.
A pesar del énfasis en el discurso gubernamental en torno a las políticas culturales, en la práctica, el país exhibe un déficit cultural que frena las capacidades de la sociedad para actuar como sujetos. Así, la necesidad de generar una visión país, en la que todos puedan reflejarse, y la urgencia de que las personas puedan encontrar el sentido de un proyecto común que incremente la libertad individual, serán el gran desafío de la cultura en Chile.
La experiencia cultural cotidiana de los chilenos está atravesada por los efectos de los profundos cambios políticos y económicos. La redefinición del Estado, otrora eje de la dimensión cultural de Chile, y la preeminencia del mercado, expresada por ejemplo en la cultura del consumo y la industria cultural; han dado lugar a un nuevo esquema de la imagen de la sociedad. La producción y la circulación de mensajes y símbolos, tienen hoy nuevos ejes de referencia, que de alguna manera impulsan a unos a experimentar la sociedad como el padecimiento de una “máquina avasalladora” y a otros como la fuente de experiencias vitales satisfactorias.
Esta doble identidad de lo social es causa y consecuencia del déficit de integración cultural, que abre la brecha entre ganadores y perdedores en el juego de la integración social. Las experiencias de éxito o frustración en la vida personal, condicionan la imagen de la sociedad y condenan a Chile, por ahora, a la imposibilidad de habitar un “mundo común”, donde las diferencias estén dentro de un contexto abordable socialmente a través del diálogo y la negociación. En este contexto, se hace difícil hablar de un “nosotros” y la idea de una democracia “para todos y con todos” se debilita sustancialmente.
Una vez más la desigualdad, la equidad desentendida del crecimiento económico, se revela como el mal más profundo de nuestra sociedad. Pensar en la integración cultural de Chile, en la adopción de una identidad común, es un desafío sin mucho destino mientras la sociedad siga fragmentada tan escandalosamente, por las diferencias en el ingreso, las oportunidades y las posibilidades de ejercer la libertad, entre las personas que viven y las que padecen el desarrollo de Chile.

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